Actividad ParlamentariaEconomíaPublicacionesNUEVA ERA EN LA MONTAÑA MÁGICA

enero 22, 2019

Por HERMANN TERTSCH
ABC  Martes, 22.01.19

Las élites se reúnen en Davos, más cuestionadas que nunca

LOS organizadores del Foro Mundial de Economía de la localidad alpina suiza de Davos venden su producto como cualquier turoperador sus ofertas veraniegas. En los idílicos pueblos de los valles de los Alpes, en el pasado paupérrimas aldeas de montaña, solo hay salvación si se tienen buenas instalaciones de esquí, suerte con la nieve y renombrados balnearios de lujo con muchos millonarios y famosos como Kitzbühel, Bad Gastein, Zell, Gstaad o tantos otros. Eso o se organiza algo muy especial y único, como se hace en Davos desde hace casi medio siglo: un sarao anual para líderes políticos, económicos y mediáticos y sesudas celebrities. Se vive del éxito de la imagen. Es una industria del famoseo. Eso sí, del más poderoso.
Por eso este año ya se ha dicho que no tiene ninguna importancia que no asistan Donald Trump ni Theresa May ni Emmanuel Macron, todos ellos entretenidos con sus cuitas internas. Porque el entretenimiento lo van a garantizar Matteo Salvini y Jair Bolsonaro. Y el vicepresidente chino que no explicará por qué ha entrado su país en crisis de crecimiento. O los socialdemócratas europeos de derecha e izquierda que sí explicarán que el gran problema es el populismo y que el populismo, por supuesto, son siempre los otros. No ellos que ocultan las realidades a sus votantes y ya no permiten que se articulen las verdades en el continente por puro miedo a la reacción de sus pueblos. Estarán durante tres días muchos presidentes y premios Nobel, espabilados demagogos y vividores de las ONG y artistas y literatos opinadores de casi todo. Pero los tiempos han cambiado. Thomas Mann hacía del hospital en la Montaña Mágica un escenario de transformaciones existenciales en un mundo en el cambio supremo de era de una guerra que acababa con una civilización. Mann situaba su novela precisamente en Davos. Hoy, sin guerra de momento, estamos ante unos cambios tan profundos como aquellos. La globalización en la Cuarta Revolución Industrial es el título genérico de los encuentros este año. Los imparables avances en comunicación y ubicuidad, computación, inteligencia artificial y neurotecnología hacen saltar todos los conceptos en las relaciones humanas mientras las sociedades se repliegan a recuperar conquistas durante décadas menospreciadas como la nación, la seguridad, la intimidad, la honradez o la familia. Las contradicciones no pueden ser más brutales ni sus repercusiones políticas inmediatas más profundas. Las sociedades más desarrolladas exigen el fin de ese despotismo más o menos ilustrado que ha llevado a las élites a exigir, en aras de su propia ideología de progreso globalista, unos sacrificios y renuncias de la población que cada vez son menos asumibles.
El rechazo a esta deriva de la civilización ya esta aquí y con consecuencias políticas. No acude Trump porque quiere construir un muro en su país en defensa de la nación frente a aquellos que quieren que la nación se disuelva. Pero llega Bolsonaro que tiene el mismo concepto de esas élites reunidas en montañas mágicas para divagar sobre lo que conviene a unas masas a las que se pastorea ideológicamente en contra de la realidad. Y Salvini ya ha dicho que lo que opine el FMI de su política le importa tanto como lo que pudiera opinar sobre Dios un Hans Castorp, el héroe de la Montaña Mágica. Los cambios en un mundo libre amenazado por la inmigración, por la potencia emergente de China o los proyectos totalitarios internos, ponen ya todo en cuestión y todo en peligro. Pero paradójicamente mantienen al menos por ahora el valor de entretenimiento que supone el circo mediático de las elites mundiales en el valle remoto de la Montaña Mágica.

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