Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 29.01.19

Quien prefiere a Iglesias y Otegi a Abascal y Ortega Lara no tiene planes sanos

FEDERICO, que ausente Lorca es Jiménez Losantos, dice que Alfonso Guerra es un mentiroso incorregible incapaz de verdad alguna. Los más damnificados por aquel tándem de tahures que eran Felipe y Alfonso de jóvenes no aceptan que la edad los haya podido mejorar. Pero a Guerra sí se le escucha últimamente alguna verdad. Aunque, como a otros ilustres socialistas que ahora denuncian el daño devastador para España causado por el PSOE de Zapatero y Sánchez, le asalte la pulsión por la verdad cuando ya nada significa. A Guerra se le han revuelto en las redes las jaurías izquierdistas, esas que reaccionan ante la verdad como un vampiro ante los ajos, por decir que hay dictaduras y dictaduras. Que todas son malas, faltaría más, pero que hay algunas que consiguen el desarrollo económico y otras que son una catástrofe sin paliativos porque a la falta de libertad y la represión se suman miseria y hambre. Lo hizo con la comparación de la dictadura de Pinochet con la de Maduro. Habría sido un exceso que Alfonso Guerra pusiera la de Franco como ejemplo de dictadura evolutiva, racional y próspera frente a la brutalidad paralizante y pauperizante de los satélites soviéticos centroeuropeos. Aunque probablemente no lo niegue en privado. Es la perogrullada de decir que la dictadura de Primo de Rivera no fue lo mismo que la albanesa de Enver Hoxha.
La jauría se ha echado encima de Guerra para insultarlo ante lo que consideran una herejía, es decir, la verdad. En estos tiempos hay que agradecer a Guerra que sepa distinguir entre lo claramente distinguible. Y que solo cobardía, ideología y tontería logran mezclar y confundir. Esto se ha llenado de idiotas morales intoxicados por el pensamiento débil socialdemócrata de izquierdas, derechas y extremo centro, que todo lo confía a la trampa intelectual y la mentira hecha hábito. Todo por conveniencia. Ahí tienen a ese Juan Carlos Cano del PP en el País Vasco, menguante partido que tras haber tenido a Gregorio Ordoñez y María San Gil hoy tiene a Borja Semper y a Javier Maroto. Y a Cano, claro. Dice Cano que para él son lo mismo Vox y Bildu. Es decir Santiago Abascal y Jose Antonio Ortega Lara son para él lo mismo que Arnaldo Otegui o José Ternera. Como Juan Benet, uno entre tantos idiotas morales de los juntaletras de nuestra Transición, que decía que Alexander Soljenitsin era, no ya igual, peor que Stalin.
No crean que estas confusiones son exclusivas del PP. Ahí tienen a Ciudadanos, que se queja, con razón, de que separatistas y ultraizquierdistas agreden a sus militantes. Pero después se sientan con los agresores a firmar un cinturón sanitario que prohíbe las alianzas, no con los agresores, golpistas y filoterroristas, no. Las prohíbe con Vox. En la cadena amiga del golpismo, La Sexta, se junta Inés Arrimadas con Irene Montero, la del partido comunista franquicia de un régimen criminal que ahora agoniza. Como antes Albert Rivera confraternizó con Pablo Iglesias, partidario de esa mafia de Maduro que asesina, trafica, roba y siembra el terror. Jamás se oyó eso del cinturón sanitario contra ese partido creado para destruir la democracia, la monarquía y la unidad de España. Lo hubo contra el PP y lo hay ahora contra Vox. Lo querrá siempre la izquierda contra quien haga peligrar su hegemonía en el mensaje y en el lenguaje. Ciudadanos verá lo que hace. Con ese cordón entregaría todo el poder municipal a la izquierda. Y en las generales quedaría de vagón socialdemócrata en via muerta. Sánchez debería facilitar la elección. Quien quiera restablecer la ley en toda España ha de contar con Vox. Si no, está a otra cosa.

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